Dibujos, pinturas, objetos… materiales de los más diversos tipos, estudios, investigaciones...
No se trataba de hacer una muestra. Había algo que trascendía todo. Hablar de la mujer, de los condicionamientos en una sociedad prejuiciosa, de los mandatos sociales, no era algo más, no era un discurso generalista que se podía cerrar con una exposición.
La búsqueda incesante de Paula Rivero no puede tener límites, porque el límite es justamente lo que está en cuestión, es lo que aparece en la obra como pregunta, debajo de todo simbolismo acerca de los condicionamientos y de la búsqueda de la libertad.Hay una certeza en estos planteos artísticos. Paula afirma desde el saber artístico, desde el saber hacer, desde el saber decir.
Ese lugar es el que le permite imaginar otras cosas. Escaparse para poder sentir, para poder preguntarse.No puedo evitar sumergirme en su devenir. La sensación es que todo está por mostrarse. Que lo que hoy expone es un paso más en algo que está desarrollando, que aun no tiene forma, que no está materializado.
Y lo evidente, lo simbólico, incluso la belleza, pueden ser respuestas tranquilizadoras. Pero lo más importante, la libertad, está en los cuestionamientos que aparecen en cada obra, justo detrás del trazo.
Serie de los CORSETS. El Arte Moderno, recrea los estilos y los movimientos en los que elementos artísticos varían dependiendo de los diferentes enfoques y de la estética.
La pintura figurativa, en comparación con el arte abstracto, tiene la intención de representar a la figura humana, conservando su referencia a la realidad. Sin embargo, cada artista tiene una manera particular para representar la realidad y a las figuras humanas de su tiempo , asignándoles emociones muy profundas y auras o simbolismos y significados agudos.
Paula Rivero, propone corséts, como las pinturas figurativas con una determinada melodía.
Sus obras, giran en corséts como una metáfora de la condición femenina. Ella propone una reflexión sobre el mundo de la mujer. Los corséts cumplen una función como prendas de vestir para la belleza y para la seducción, pero al mismo tiempo, también funcionan como instrumentos de restricción y de límites, como armaduras para la protección y la distancia. Paula recoge estos mensajes en sus obras.
Las primeras versiones de los corséts, se utilizaron en el siglo XVI y cubrían desde el cuello hasta la cintura, pero los corsets se hicieron más populares después de la década de 1830 cuando las mujeres, los usaban en los fiestas reales y permitían una belleza canónica femenina, con una forma cónica, pechos exuberantes, una cintura pequeña y caderas que sobresalían. Los corséts transmitían un prototipo de atractivo y de buen aspecto. Sin embargo, los corséts , requieren resistencia y la fuerza del cuerpo para llevarlo, su frente, tenía un centro rígido de dos piezas largas de metal, y su espalda, estaba atada y se apretaba. Comprimían la parte abdominal, bloqueando la circulación de la sangre en el cuerpo, y la restricción del aire en los pulmones, teniendo la mujer que tomar respiraciones cortas. Estos dos componentes producían desmayos y debilidad siendo estos comportamientos comunes identificados como "femeninos". Los corséts, no eran especialmente indicados para crear un buen estado de salud. Su rigidez y su tensión, provocaban dificultades y restricciones en el cuerpo de la mujer. Los corséts modernos, son más cómodos y ligeros, y no con la rigidez restrictiva de antes.
Hoy el corsét Se utiliza como adorno sexy. Los corséts poseen varias capas de simbolismo.
Al cubrir el cuerpo crean un sentido de protección. Un corsét representa un escudo, una armadura, que separa el cuerpo de la agresión o de la violencia.
Paula Rivero orienta a los simbolismos en su obra. Sus cuadros presentan un linaje de corséts imaginarios con atributos a un personaje, a un prototipo, o a una figura emblemática que forma parte de nuestra mentalidad colectiva. Cada lienzo muestra un corsét particular que resuena con el título de la obra y el personaje. La artista ha torcido el punto de vista con una mirada más cercana y más detallada. Paula Rivero propone los corséts y las armaduras como instrumento femenino y como objeto de la cultura y de la sociedad. Ella revela en cada obra el universo interior y representa el paradigma cultural de cada figura. Al mismo tiempo, y en una perspectiva más amplia, se refleja en las mujeres y su resistencia cultural y social.
ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA
La grafía manuscrita o impresa como texto, se incorpora en este período de múltiples disciplinas y tecnologías visuales, al campo de la pintura , del objeto, o de la instalación. Podemos observar en estos cruces e incorporaciones, un nuevo corpus, una situación que se presenta en el campo de las artes visuales a nuevas consideraciones estéticas . Del mismo modo los planteos constructivos del espacio matérico en que se inscriben dichas escrituras van tomando un nuevo giro de contención.
La obra de Paula Rivero se encuentra en los términos de esa realidad plástica, su escritura trae a la memoria recuerdos del ayer, huellas de países y territorios donde vivió en épocas anteriores. Su paso por América tan bien descripta en su pintura como estado emocional imborrable, evoca ecos lejanos de Perú, México, Uruguay, Italia, Argentina. Esta rememoración ha tenido efectos e influencia sobre su obra. De ahí que su pintura sea melancólica, de tonos restringidos, de murmullos quedos, de una sensibilidad que denota ese estado del espíritu silencioso entre la luz y la sombra sin grandes contrastes ni intervalos abruptos. Esos estados emocionales convertidos en lenguaje pictórico, quedan atrapados en una grilla de contención, mas de las veces ortogonal, a la manera del constructivismo americano de Torres García. Esos rastros y murmullos de una añoranza, de un retorno, sobrevolando una memoria migratoria se construyen a medida que regresan las imágenes audioperceptivas que componen la serie actual de la pintura de esta jóven artista.
Con algo de pericia infalible Paula Rivero recurre a la pintura para construir un archivo de emociones.
Sus pinturas están pautadas por un puñado de elementos plásticos. Ante todo, cada obra está sostenida por un armazón, las líneas son organizadoras pero no autoritarias, son más bien pantanosas y jadeantes. Dentro de sus límites cobra importancia el plano de color que actúa de forma distinta en cada cuadro, ya que puede haber contrastes, continuidades o separaciones, e incluso hasta un color predominante a punto de generar un monocromo. Si tuviéramos la potestad de volar como dragones podríamos ver las superficies cromáticas como parcelas cultivadas al costado de una aldea antigua.
Hay un bajo continuo en todas las obras que suena permanentemente, la escritura.
Percibimos cierta obsesión manifiesta por dejar la huella de palabras no dichas; la incertidumbre de la grafía recuerda a los palimpsestos, aquellos pergaminos medievales utilizados y reutilizados una y otra vez, que dejaban entrever el texto viejo mientras se leía el nuevo.
Las palabras pintadas por Paula son signos visibles de un discurso invisible, un discurso constante y seguro como la letanía de un rezo. El lenguaje de la textura es manejado por la artista con sutileza y maestría, sólo el espectador muy atento podrá percibir las minúsculas elevaciones de la topografía del cuadro. Todos estos elementos plásticos, los planos de color, la escritura y la textura son gobernados por una presencia inefable: la voluntad y la sensibilidad de su creadora, Paula.
La penumbra azul de la madrugada, el alba inocente que se despabila, el horizonte azafranado del crepúsculo, el bullicio de los pájaros en la mañana, son algunas de los resultados que evocan cada uno de los cuadros. La travesía por las obras de Paula es la aventura de la condición humana; recorrer sus pinturas es tener la posibilidad de ser atravesado por la memoria infinita del hombre, es poder acudir a un archivo perpetuo de emociones y certidumbres.
La diferencia está en la H
Existen varias formas de vincularse con el arte y casi con seguridad, la mayoría de las personas están en contacto con algún tipo de expresión artística. El lugar más común es el del espectador, aquel que mira, opina, busca entender, nutrirse, aprehender lo que la obra le transmite. Pero sin dudas el rol del artista está en el campo activo del hacer. Y no me refiero a hacer “obras maestras” sino el hacer como ejercicio, como búsqueda, como modo de vida, como regla a seguir para poder lograr – después de mucho trabajo, esfuerzo, pasión puesta en el oficio y una cuota minúscula de inspiración y de suerte -, quizás, una obra digna que se sostenga sola y que resuma todo aquello que el artista no puede decir con palabras.
Paula Rivero es una artista entrenada en estos territorios donde la práctica es la que marca el ritmo, donde no hay lugar para el cansancio y el dúo ensayo-error está siempre a la orden del día. Una frase famosa (que algunos atribuyen a Marc Twain y otros a William Barclay) reza lo siguiente: “Hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nace y el día en que descubre para qué”.
Algunos lograrán dar con esa segunda fecha oportunamente; otros la buscarán toda la vida.
Y allí está la importancia de la H porque el espacio propio se encuentra a partir del aprehender, de asumir un estado receptivo, del ejercicio de la voluntad por asimilar lo que pueda nutrirnos del entorno y así naturalizar las experiencias que sentimos afines. Paula Rivero se propuso - como artista y como mujer- atravesar esos espacios ruidosos en la vida para llegar a su silencio. Buscó no estar en deuda con las cartas que le tocaron en el reparto y más allá de aprender a vivir con ello aprehendió -como una esponja que incorpora para luego decantar lo que no puede sostener- que cualquier modo en que se le presentara la felicidad o la adversidad, ella iba a sublimarlo de la única forma en que cree ser honesta con lo que siente: pintando, esculpiendo, dibujando. La obra de Paula Rivero sigue un hilo conductor a lo largo de los años aun cuando cambien los soportes, formatos o técnicas. Su factura, su “pincelada” al decir de Henri Matisse, se reconoce tanto en los empaste de las pinturas y la resina en los collages sobre telas o papeles, pasando por las esculturas que combinan hierro con pieles hasta llegar a la sutileza y sobriedad de las figuras trabajadas en birome, lápiz y acuarela. Y esas constantes activas que se dejan ver de una u otra forma son eco de aquello que ha sido incorporado, asimilado, aprehendido: la presencia de lo femenino, la palabra que se intuye pero no se lee, los lazos que vinculan amorosamente o someten de forma violenta. En su producción más reciente, estas constantes se simplifican y se potencian con la presencia del blanco en la obra: un vacío necesario para que las formas, cada vez más abstractas pero también más orgánicas, defiendan el lugar que ocupan sin la necesidad de referencias externas o apelar a la redundancia. Los rasgos característicos siguen allí; cualquiera puede encontrar en su trabajo una correspondencia con períodos anteriores y reconocer un modo de ver particular. Su obra se encamina hacia un proceso de síntesis que acompaña un devenir interno, como no podría ser de otra forma; una suerte de “lavado emocional” que busca desapegarse de las grandes presencias matericas, de la obviedad de cierta figuración que ya no parece ser necesaria la cual, además, se apoya en la escritura. Contrariamente, gana lugar el “menos es más” haciendo que la obra no necesite reconfirmar con abundancia lo que puede expresar con economía de recursos. El relato se construye desde un lugar mucho más maduro, libre de amarras estilísticas y saturación de contenido. El artista tiene la libertad de poder construir desde cualquier perspectiva que elija asumir, tanto sea formal como intelectual.
El arte contemporáneo promueve la vía libre para insertarse dentro de lo multidisciplinario y no quedar confinado a una técnica expresiva. Y aun cuando el tema que lo motive sea el mismo, las formas en que se lo aborde son las que guardan la clave para no caer en la repetición, el plagio o la comodidad de copiarse a sí mismo. Paula Rivero busca constantemente distintas maneras de construir un discurso que asumió como propio y que no parece estar agotado en lo más mínimo. Es ahora cuando, desde ese lugar de síntesis al que va arribando la obra, empieza a desplegar –literalmente- alas que le dan un vuelo distinto desde lo visual pero no desde lo conceptual. Es el poder de lo aprehendido el que dicta el libreto, cada vez más seguro de sí mismo, cada vez más alejado de las muletas que sostienen y justifican, cada vez más abierto a la mirada del otro y a aprehender esas lecturas para enriquecer primero a la persona y luego, indefectiblemente, a la obra. Como dije, la diferencia está en la H.
MUJERES SALVAJES Por definición, el concepto de salvaje se encuentra profundamente ligado a la idea de libertad y eso probablemente sea uno de los rasgos más característicos de esta exhibición, una versión expansiva y arriesgada de Paula Rivero materializa las obras más diversas, explorando nuevas técnicas y conceptos. La libertad está presente en todos lados. Esta idea se disemina en cada una de las series que la artista concreta con total versatilidad dando como resultado una obra en algunos casos sutil, en otros fuerte, pero siempre madura y autorreferencial. Cada unas de estas obras son parte del trabajo del alma de esta gran artista, esta conexión con el instinto, asimilar lo salvaje como una forma de comprender nuestra naturaleza, generando una energía creativa y transformadora.
“La obra que integra la serie Niké, refiere a un proceso de trabajo donde Paula Rivero busca llegar a su silencio. Acostumbrada a trabajar en grandes formatos y con una fuerte presencia del color, esta nueva serie opera desde un espacio desconocido para la propia artista el cual va reconociendo a medida que avanza. Parte del desafío de transitar lo desconocido es asumir que no hay espacios seguros garantizados para hacer pie. Síntesis, economía de recursos, colores abetunados y añejos producto del paso del tiempo, soportes íntimos y pequeños como son los papeles encontrados que reciben la impronta de las biromes, la pincelada o la acuarela (…) Niké representa a una diosa griega que encarna la victoria. Siempre chiquita, acompañando a los grandes dioses, posada sobre la palma de sus manos, ella demuestra que no es su tamaño lo que importa sino cómo utiliza el espacio y el poder que tiene.
Un poder que busca entender, mirar de frente sin vendas en los ojos como quien enfrenta sus propios demonios y los ajenos. Niké opera como una voz pequeña, un susurro al oído en segundo plano.
Porque todo aquel que se sabe fuerte no necesita mostrarse grande sino que ejerce su grandeza.
Paula Rivero intenta conectarse con ese discurso interior desde donde se fundamenta su arte; un discurso que ya no grita grandilocuente y pide silencio para escucharlo. Un regreso a un origen para conocer y conocerse. Niké es un personaje mitológico “pequeño formato” que convive con nosotros a diario - las “alitas que caminan” están naturalizadas hasta en lo que vestimos- y así es la obra que integra esta serie de la artista: una brisa poderosa que no necesita gritar para ensordecer.”
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